Rafa Poverello empezó a leer Insolación de Emilia Pardo Bazán

Insolación por Emilia Pardo Bazán
Insolación, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), fue en su época una novela escandalosa. El tema se consideraba escabroso y, por …
Leo de todo, desde chico, gracias a mi mami maestra que me enseñó que los libros son como un viaje sorpresa a no sabes bien dónde, pero que siempre, o casi siempre, es un disfrute. Mi hermano me odiaba, porque yo encendía la luz del dormitorio bien temprano y se chivaba diciendo que no le dejaba dormir.
Ahora escribo, lo que no quiere decir que sea escritor, y lo hago porque disfruto más aún que cuando leo.
En el #fediverso me podéis encontrar como rafapoverello@hispagatos.space
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¡57% terminado! Rafa Poverello ha leído 29 de 50 libros.
Insolación, de Emilia Pardo Bazán (1851-1921), fue en su época una novela escandalosa. El tema se consideraba escabroso y, por …
Desde que era niña, Masechaba sueña con hacerse médico y salvar vidas. En una joven Sudáfrica que no ha cerrado …
Desde que era niña, Masechaba sueña con hacerse médico y salvar vidas. En una joven Sudáfrica que no ha cerrado …
@nacho Pues si ya conoces entonces al tercer mosquetero, no creo que te vaya a disgustar, porque la única novela difícil difícil a reventar parece ser que es la de En nadar-dos-pájaros.
Pues me voy a anotar alguna otra suya, lo mismo la que has comentado :-).
@ghose@bookrastinating.com Yo solo he leído, que recuerde, dos novelas suyas, y me encantaron. No sé por qué no le he metido mano a más. Lo resolveré, vaya.
Existe en Cerdeña un queso, el Casu Marzu -cuyo significado literal es queso podrido-, repleto de larvas de moscas, las cuales se introducen en su masa blanquecina produciendo un especial proceso de fermentación. Dichas larvas aparecen en el queso como gusanos largos y transparentes en el momento de su consumo y las gentes de todo el mundo que asoman por la región italiana buscan tan curioso manjar, exquisito a ojos de los expertos, pues, huelga decirlo, su distribución para el resto del mundo está prohibida por las autoridades sanitarias de la Unión Europea, aunque al haber sido inscrito por Cerdeña dentro del listado de productos agro-alimentarios tradicionales de Italia puede seguir siendo fabricado en la zona durante, al menos, un cuarto de siglo.
Sí, es probable que a la mayor parte del personal que ha logrado leer el párrafo anterior no le apetezca pegar un salto a Cerdeña para meterse …
Existe en Cerdeña un queso, el Casu Marzu -cuyo significado literal es queso podrido-, repleto de larvas de moscas, las cuales se introducen en su masa blanquecina produciendo un especial proceso de fermentación. Dichas larvas aparecen en el queso como gusanos largos y transparentes en el momento de su consumo y las gentes de todo el mundo que asoman por la región italiana buscan tan curioso manjar, exquisito a ojos de los expertos, pues, huelga decirlo, su distribución para el resto del mundo está prohibida por las autoridades sanitarias de la Unión Europea, aunque al haber sido inscrito por Cerdeña dentro del listado de productos agro-alimentarios tradicionales de Italia puede seguir siendo fabricado en la zona durante, al menos, un cuarto de siglo.
Sí, es probable que a la mayor parte del personal que ha logrado leer el párrafo anterior no le apetezca pegar un salto a Cerdeña para meterse en la boca aunque sea sólo un minúsculo pedacito de formaggio marcio, que lo llaman. No se me ocurría otro ejemplo mejor para comprender el alcance de la odisea que supondrá para un lector agarrar entre sus manos “En nadar-dos-pájaros”, cuyo título ya es un monumento a la rareza, del mosquetero irlandés menos conocido: Flann O'Brien.
Obviamente, la novela de marras no es ilegal ni te vaya a revolver las tripas, pero desde luego, hay que ser muy aguerrido para metérsela entre pecho y espalda sin escupirla de la boca a las 20 o 25 páginas; por mucho que pueda ser una exquisitez. La propia historia de la publicación de esta novela, experimental hasta límites inaprehensibles, ya es un voto de voluntad por parte de propios y extraños. Vio la luz en Londres, en 1939, con una tirada inicial de pocos ejemplares, que serían destruidos en su totalidad cuando la aviación nazi bombardeara la capital británica junto con el almacén en el que se guardaban. O'Brien, en un ejemplo de sus dotes para la comedia gustaba comentar que tan crítica era su novela que Hitler bombardeó Londres para impedir su publicación. Lo consiguió casi, ya que tan escasa repercusión tuvo a todos los niveles que, hasta su segunda edición en 1960, apenas existían manuscritos en las bibliotecas y en España, un artículo de El País de 2006 sobre James Joyce, olvidaba que “En nadar-dos-pájaros” había sido publicada en castellano a mediados de los 80 por Edhasa. Finalmente, fue en 2010 cuando esta novela indescriptible de O'Brien se dio a conocer al gran público gracias a Nórdica Libros, que ha publicado íntegra toda su obra.
Resulta evidente que, a estas alturas, tratar de hacer una sinopsis del libro que nos ocupa sería una empresa más ardua que los doce trabajos de Hércules, y tampoco puede ser esa la pretensión. O'Brien desarrolla innumerables temas en “En nadar-dos-pájaros”, la mayor parte de ellos relacionados con la sociedad irlandesa de la época, desde un prisma ácido y crítico, atestado de puro simbolismo y, por tanto, de oscura y casi imposible comprensión para quien no sea un estudioso de la historia gaélica y sus tradiciones socio-culturales. Incluso con un esfuerzo sostenido de detenimiento e investigación acerca del sentido de cada uno de los personajes y conductas que aparecen dentro de sus páginas, abstrusas, absurdas, tragicómicas, es dar palos de ciego una y otra vez contra la piñata elaborada de manera concienzuda por el autor, en la que nada parece responder al antojo o a la improvisación. Te tronchas en determinados pasajes, aunque ni siquiera logres entender del todo el contexto social al que se hace alusión, y la novela llega a alcanzar tintes grandiosos cuando en sus páginas finales azota sin piedad la propia naturaleza de la creación literaria, de la propia novela que tenemos entre manos, dando voz a los personajes, que se rebelan contra su creador, lo apalean, lo juzgan, lo condenan por jugar a su antojo con su vida.
Pero O'Brien demuestra en esta novela un control tan absoluto del lenguaje y de los estilos literarios que te desarma y consigue que muchos otros aspectos pasen desapercibidos (si te gusta mucho el queso, claro): desde la poesía épica hasta la contemporánea, narración de estructura decimonónica romántica intercalada con sátira y con una pinta de cerveza... Humor negro, cruel.
No sé si por suerte o por desgracia no habría que ir hasta Cerdeña para conocer el curioso y especial gusto de la prosa y de la obra de O'Brien; basta, muy probablemente, con acercarse a la biblioteca más cercana. En ello está la bendición y la maldición, según el paladar, y para éste, hace falta que te guste mucho, pero que mucho, el queso.
En Nadar-dos-pájaros es un libro tan sorprendente y original como su propio título: tan incomprensible para el lector español como …
En Nadar-dos-pájaros es un libro tan sorprendente y original como su propio título: tan incomprensible para el lector español como …
Gracias, @nacho, a mí me encantó, pero sé consciente de que es un libro raro, muy raro, aunque buenísimo y de lo más original que he leído en mi vida.
O'Brien tiene otra novela, que esa sí que no se la recomiendo a nadie so pena de que me manden paquetes bomba, aunque también es muy buena, cuyo título ya lo dice todo de su rareza: En nadar-dos-pájaros. Creo que también hice en su día una reseña. Toda llena de simbolismos y cosas que solo entienden en Irlanda, jeje.
Dentro del breve tránsito que recorre el ser humano por la vida, dos situaciones no tienen parangón en lo referente a la dicha plena: una, conseguir mear tras más de media hora orinándote vivo, y dos, que algo sea tan rematadamente bueno como esperas que sea. Mi reseña nada tiene que ver con la próstata y sí mucho con el segundo punto. “El tercer policía” es mejor de lo que esperaba que fuera, y mis expectativas eran muy altas, lo que en literatura suele ser un craso error.
Es de justicia comenzar reconociendo que lo que comparto no es sino un indigno epíteto a la inapelable reseña que escribió en su día el usuario Faulkneriano en la web Sopa de libros, sobre una de las obras de O'Brien, “La crónica de Dalkey”, con el preciso nombre de El tercer mosquetero, y que es la que os animo a gozar. Compartiendo …
Dentro del breve tránsito que recorre el ser humano por la vida, dos situaciones no tienen parangón en lo referente a la dicha plena: una, conseguir mear tras más de media hora orinándote vivo, y dos, que algo sea tan rematadamente bueno como esperas que sea. Mi reseña nada tiene que ver con la próstata y sí mucho con el segundo punto. “El tercer policía” es mejor de lo que esperaba que fuera, y mis expectativas eran muy altas, lo que en literatura suele ser un craso error.
Es de justicia comenzar reconociendo que lo que comparto no es sino un indigno epíteto a la inapelable reseña que escribió en su día el usuario Faulkneriano en la web Sopa de libros, sobre una de las obras de O'Brien, “La crónica de Dalkey”, con el preciso nombre de El tercer mosquetero, y que es la que os animo a gozar. Compartiendo elogios acerca de este tercer mosquetero relata Guillermo Cabrera en el prólogo: “O'Brien es el más grande escritor irlandés desde James Joyce (no, no me olvido de Samuel Beckett)”. Lo que en un inicio se me antojó atrevimiento se transformó en una especie de irreal certeza tras leer la última línea del libro.
Podríamos simplificar, como me sucedió a mí en un primer momento, y calificar la obra de O'Brien como un maravilloso y calculado rosario de memeces mientras recordamos a Groucho, al primer Woody Allen, a lo absurdo del Godot de Beckett, del Pic-nic de nuestro incomprendido Arrabal o de la Cantante Calva de Ionesco. Yo lo hice, riéndome a mandíbula batiente con la Teoría atómica, según la cual, de tanto compartir espacio, tiempo y lugar los átomos de una bicicleta y los del ciclista acaban compartiendo sentimientos y formas de ser de tal forma que resulta cuasi imposible distinguir al uno del otro: “Tuvimos que ahorcar a la bicicleta (…). ¿Ha visto usted alguna vez un ataúd con forma de bicicleta?”; y troncharte aún más con el inverosímil personaje de De Selby, físico, filósofo y matemático de experimentos tan cáusticos como ridículos. Pero la prosa del irlandés es tan fluida y realista, tan sorprendentemente natural y espontánea, tan de medidas anotaciones históricas que acabas convenciéndote a pie juntillas de que la Teoría atómica ha sido contrastada empíricamente por algún equipo de expertos norteamericanos (quiénes si no) y que De Selby es más real aún que mi propia existencia.
Pero el libro va entrando... y llega ahí un segundo momento en el que es bien cierto que rememoras los otros mundos irreales y amorfos de la Alicia de Carroll, la Dorothy del Mago de Oz e incluso el Momo de Ende, y de repente, en cada inicio de capítulo, De Selby se transforma en el cicerone de nuestro cínico protagonista como un idéntico Virgilio acompañando a Dante a las puertas del Hades. Ves entonces que algo no cuadra con el simple absurdo e intuyes con una claridad supina que las cosas, personajes y situaciones que rodean la historia no son lo que parecen, porque te sigues riendo, pero ya bastante menos, y junto a los clásicos de los que hemos echado mano te da por pensar en lo que no es tan gracioso en Beckett o en Arrabal, pues empieza a tocarte la moral y justo me viene a la mente como un relámpago el castigo inmenso que hubo de sufrir Raskólnikov.
Y así sin querer queriendo alcanzamos el punto tres. Cuando apenas te quedan 60 páginas, hallándote entre la risa y el espasmo, descubres que O'Brien te ha estado tomando el pelo y que de absurdo nada, ni una puñetera coma, todo ha sido escalofriante y radical surrealismo. Del de verdad, sin sacar de contexto el término primigenio, y de manera límpida “la parte posterior de mi cuerpo -nuca, orejas, espalda, cogote- se encogió y estremeció dolorosamente ante la presencia a la que se enfrentaba”, según palabras diestras del escritor. Ya tiempo antes de ese instante olvidaste a Beckett -por ejemplo- e involucionas en el tiempo. Yo recordé tres obras fundamentales de 1930, allá en el inicio del movimiento surrealista, pues por cada una de ellas cobran sentido las metáforas de “El tercer policía”: “Límite”, de Peixoto, cuyos penitentes vagan en barca sobre la muerte del mar; “La edad de Oro”, de Buñuel, con su cuestionamiento de lo políticamente correcto; “La sangre de un poeta”, de Cocteau, y su necesidad de dirimir los propios miedos y angustias. La bicicleta no es la bicicleta, leches... Y ya no me hace tanta gracia. Ni mijita.
¿Y qué nos queda? Reflexiono, pienso que todos los autores y textos clásicos que he recordado mientras disfrutaba de O'Brien (a excepción de Allen) son bastante anteriores al autor, pero ni se me pasa por la mente que la novela sea una parca amalgama de estilos, formas y movimientos ampliamente superados. Digamos que “El tercer policía” (¿homenaje a Greene, por cierto?) es una literatura sinérgica, pues es mucho más que la suma de sus partes y se me ocurre compartir esta apoteósica descripción, como si sirviera de demostración de la exquisita y excéntrica pluma de O'Brien: “Un hombre constitutivo -dijo el sargento-, en gran medida coadyuvante pero volublemente fervoroso”. Nada.
“Al infierno se va por atajos”, cantaba Sabina. Después de la risa, O'Brien es uno de ellos.
Muchas son las razones que hacen de El Tercer Policía una novela singular. El título del libro se refiere a …
Muchas son las razones que hacen de El Tercer Policía una novela singular. El título del libro se refiere a …
Decirlo es fácil:
POZZO: ¡Auxilio! VLADIMIR: Aquí estamos. POZZO: ¿Quiénes son ustedes? VLADIMIR: Somos hombres.
"Somos hombres". Sí, fácil es decirlo, incluso en medio del existencialismo más descarnado, por mucho humor que le quieras poner.
No deja de sorprenderme -por mucho sentido histórico que le queramos dar- cómo, de manera cíclica y casi de efecto mariposa, surjan movimientos literarios a la misma vez en diferentes lugares con un enfoque y estilo tan similar que da miedo. Arrabal en España, Ionesco en Francia... y este Godot.
Es probable que todo el mundo espere un Godot, para que resuelva nuestras dudas y nos quite las ganas del suicidio... para que mientras lo esperamos podamos seguir impasibles, sin querer decidir y en extásis, por mucho que nos repitamos, como un disco de vinilo rallado, que "nos vamos". Pero no nos movemos.
Es fácil decirlo, "somos hombres", pero Vladimir sabe que es difícil de …
Decirlo es fácil:
POZZO: ¡Auxilio! VLADIMIR: Aquí estamos. POZZO: ¿Quiénes son ustedes? VLADIMIR: Somos hombres.
"Somos hombres". Sí, fácil es decirlo, incluso en medio del existencialismo más descarnado, por mucho humor que le quieras poner.
No deja de sorprenderme -por mucho sentido histórico que le queramos dar- cómo, de manera cíclica y casi de efecto mariposa, surjan movimientos literarios a la misma vez en diferentes lugares con un enfoque y estilo tan similar que da miedo. Arrabal en España, Ionesco en Francia... y este Godot.
Es probable que todo el mundo espere un Godot, para que resuelva nuestras dudas y nos quite las ganas del suicidio... para que mientras lo esperamos podamos seguir impasibles, sin querer decidir y en extásis, por mucho que nos repitamos, como un disco de vinilo rallado, que "nos vamos". Pero no nos movemos.
Es fácil decirlo, "somos hombres", pero Vladimir sabe que es difícil de hacer: "¿Habré dormido mientras los otros sufrían?". No pasa nada, total, espero a Godot.
Una obra maestra. Sin duda.
Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, casi nadie sabía quien era Samuel Beckett, salvo, quizá, los …
Cuando en 1953 se estrenó en París Esperando a Godot, casi nadie sabía quien era Samuel Beckett, salvo, quizá, los …