Rafa Poverello valoró El Principito: 3 estrellas

El Principito por Antoine de Saint-Exupéry
El valor de la amistad, el heroísmo como meta y la responsabilidad como motor de la conducta moral encuentran su …
Leo de todo, desde chico, gracias a mi mami maestra que me enseñó que los libros son como un viaje sorpresa a no sabes bien dónde, pero que siempre, o casi siempre, es un disfrute. Mi hermano me odiaba, porque yo encendía la luz del dormitorio bien temprano y se chivaba diciendo que no le dejaba dormir.
Ahora escribo, lo que no quiere decir que sea escritor, y lo hago porque disfruto más aún que cuando leo.
En el #fediverso me podéis encontrar como rafapoverello@hispagatos.space
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¡57% terminado! Rafa Poverello ha leído 29 de 50 libros.
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Considerado como uno de los antropólogos más prestigiosos e influyentes, Marvin Harris explora en "Jefes,cabecillas y abusones", el paralelismo social …
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Segunda entrega de los mejores relatos del autor, contiene los cuentos que dieron origen a las películas Screamers y El …
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Cuando terminé de leer la última letra contenida en el segundo tomo de “Cuentos Completos” de K. Dick muchos de mis mitos se destruyeron como si una piedra desprendida de la nada hubiese golpeado de nuevo a un ídolo babilónico con pies de barro. Lo que acaba de leer no podía ser tan bueno argumentalmente y mucho menos estar escrito en 1950. Como por aquel entonces era un neófito con escasa fe en mí mismo en lo referente a la literatura de ciencia-ficción contemporánea (exceptuando algunas distopías paradigmáticas como “1984” de Orwell o “Un mundo feliz” de Huxley, mi escaso bagaje se basaba en Welles y Verne -poco contemporáneos, digamos-, o la novela gráfica), decidí sacarme de mi error recurriendo de manera metódica a los clásicos de siempre y tragándome sistemáticamente primero el tochaco de 800 páginas “Cuentos Completos I” de Asimov y casi sin respiro las “Crónicas marcianas” de …
Cuando terminé de leer la última letra contenida en el segundo tomo de “Cuentos Completos” de K. Dick muchos de mis mitos se destruyeron como si una piedra desprendida de la nada hubiese golpeado de nuevo a un ídolo babilónico con pies de barro. Lo que acaba de leer no podía ser tan bueno argumentalmente y mucho menos estar escrito en 1950. Como por aquel entonces era un neófito con escasa fe en mí mismo en lo referente a la literatura de ciencia-ficción contemporánea (exceptuando algunas distopías paradigmáticas como “1984” de Orwell o “Un mundo feliz” de Huxley, mi escaso bagaje se basaba en Welles y Verne -poco contemporáneos, digamos-, o la novela gráfica), decidí sacarme de mi error recurriendo de manera metódica a los clásicos de siempre y tragándome sistemáticamente primero el tochaco de 800 páginas “Cuentos Completos I” de Asimov y casi sin respiro las “Crónicas marcianas” de Bradbury. Pues fíjate tú, no es que fuera bueno Dick, es que era mejor; tanto, que sus paranoias futuristas resultaron tan avanzadas para la época que hasta el fin de sus días estuvo sumido en constantes problemas económicos, ignorado por el gran público y viendo sus obras publicadas en editoriales de mala muerte a pesar de gozar con el respaldo y el reconocimiento de la crítica.
No obstante, se me hace necesario contener la subjetiva emoción, matizar e ir por partes. Primer dato fundamental y pragmático: Philip K. Dick no es un gran escritor, en el sentido estricto de la palabra, aquel que hace referencia a la persona que escribe bien y usa con proverbial lucidez todos los recursos estilísticos y literarios que le otorga el lenguaje; quien busque eso que lea a Bradbury, sin duda, con el que me quedo patidifuso paladeando su retórica. Tampoco es un científico, un buscador de verdades, un estudioso... alguien con el fin de resolver la cuadratura del círculo sin flecos ni cabos sueltos; quien busque eso que recurra a Asimov, algunos de sus relatos (Anochecer, Todos los males del mundo, el lirismo excelso de La última pregunta...) son de una redondez científica y metafísica que asustan.
K. Dick no es ni un buen escritor ni un científico estudioso concienzudo, sino un loco con sueños estrambóticos, un visionario falto de sensatez y de coherencia, ya lo sabemos, pero honestamente, me la trae al pairo. Sólo puedo decir que , después de leer a Dick, no es nada fácil encontrar una sola película de ciencia-ficción que no se base en una obra de este esquizofrénico (Blade Runner, Minority Report, Destino Oculto, Next, Desafío Total...) o cuyo presupuesto principal no parta de ideas ya avanzadas en alguno de sus relatos (Terminator/La segunda variedad, Matrix/El mundo que ella deseaba, Gattaca/Progenie, Aliens/Cazadores cósmicos...). Puede decirse, sin ser demasiado puntilloso, que incluso obras consideradas de culto son posteriores y apuntan detalles ya contenidos en algunos de los cuentos de K. Dick: “Soy leyenda” (R. Matheson), “La invasión de los ladrones de cuerpos” (J. Finney) o el “Solaris” de Lem, aunque este último quizá algo más cercano argumentalmente a los relatos metafísicos y cuasi teológicos de Asimov.
La gente que sabe de verdad de esto de la literatura acusa a K. Dick de deslavazado, de perdido, de discontinuo y de no lograr rematar la faena, de manera esencial en sus novelas -los relatos no son tan frágiles a estas concretas debilidades-; pues pocas veces me he sentido tan dichoso de no tener ni pajolera idea de algo, porque lo que busco me lo ofrece este loco con creces: su pasión me invade, me gana y hasta me destruye, me convierte en sí mismo, un esquizofrénico paranoide que cree que todas sus historias inventadas e imposibles son reales y hasta más de presente inmediato que de futuro remoto. K. Dick es tan imperfecto como los mundos que imagina, pero lo repito, como un impostor de mí mismo: me la trae al pairo, y en un presente también más inmediato que remoto 'perderé el tiempo' con “Ubik”.
Advertencia de contenido Aunque no son del todo trascendentes, se detallan aspectos de algunos relatos.
Si sintiéramos respeto con la propia concepción de Bradbury, quien nunca se sintió capaz de denominarse a sí mismo como autor de ciencia-ficción, “Crónicas marcianas” debería figurar con total lógica y derecho dentro de la literatura fantástica. La lógica y el derecho me surgen a raudales una vez terminada la obra, cuando lo primero que se me viene a la mente es la famosa frase atribuida a Groucho Marx: "surgiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cimas de la miseria", y no cabe otra opción más que alabar cual acto de fe aquella autodefinición del escritor y confirmar que lo único que le preocupaba a Bradbury acerca del lugar en el que se desarrollara la acción de sus relatos era que fuera en el quinto pino, en el planeta más remoto posible... En una novela que podría considerarse mucho más cercana a la distopía que desarrollara varios años después a través de “Fahrenheit 451”, el sentido profundo se nos presenta mucho más metafísico que astronómico: ya puede el ser humano estar en su casa, en el pueblo de al lado, en China o en Marte, que su 'poder' de autodestrucción no tiene límites.
A finales de la década de los 40 y más aún en los años 50 casi a nadie se le ocurría pensar que hubiera vida en Marte y era ya de sobra conocido su sobrenombre de el Planeta Rojo. Tan poco le importa a Bradbury el tema científico y técnico (absoluto antagonista de Asimov tanto en este aspecto como en su escritura) que de repente Marte es azul y tan similar a la Tierra que a las claras queda reflejada la finalidad despiadada y cuasi terapéutica del escritor. A través de una prosa que renuncia a todo lo superfluo, pero de una belleza y un estilo precisos, y con una excelente cadencia narrativa que crea una composición prácticamente redonda en su finalización, Bradbury va desengranando todos los miedos, traumas y debilidades de ese ser vivo que a cotas más absurdas y críticas ha sido capaz de llegar con exiguo esfuerzo: el racismo (tanto a lo desconocido: Fuera de temporada, como a las propias etnias terrícolas: Un camino a través del aire), el desastre de la guerra (Los músicos), la soledad (la “divertida” Los pueblos silenciosos, la pasmosa El marciano o la terrible Los largos años), el sinsentido de la robótica y el progreso cuando ya no hay vida por encima de ellos (Vendrán lluvias suaves)... ¡Tantos en tan poco!
Curioso resulta cuánto menos que los relatos que componen este retrato coral fueran escritos en varios años y de forma nada consecutiva, pues a pesar de ello denotan esa idea primigenia de Bradbury en la captura de la realidad de un mundo en parte cruel y en parte esperanzado. En el que cierra la obra, El picnic de un millón de años, en boca de un padre triste y resolutivo hacia casi la nada, tal vez Bradbury nos abre a la duda sobre su deseo y confianza en el ser humano: 'Las guerras crecieron y crecieron y finalmente acabaron con la tierra (...). La Tierra ya no existe. Aquella manera de vivir fracasó y se estranguló con sus propias manos'. En la última escena tampoco sabe uno si reír o si llorar; como en un Edén absolutamente destruido y caótico, una nueva y solitaria familia, al estilo de unos futuribles Adán y Eva, se descubre a sí misma como el único camino a seguir en medio de la desolación: '—Siempre quise ver un marciano —dijo Michael—. ¿Dónde están, papá? Me lo prometiste. —Ahí están —dijo papá, sentando a Michael en el hombro y señalando las aguas del canal. Los marcianos estaban allí. Timothy se estremeció. Los marcianos estaban allí, en el canal, reflejados en el agua: Timothy y Michael y Robert y papá y mamá. Los marcianos les devolvieron una larga, larga mirada silenciosa desde el agua ondulada'.
Lo peor de "Crónicas marcianas" es que se desarrolla entre 1999 y 2026, y que por ahora todo (excepto lo más superfluo de la novela: el motivo y el lugar), todo, todito, se está cumpliendo de pe a pa.
Obligado me siento a reiterar lo dicho: si un disgusto nos suponen los relatos habrá que jorobarse, si odiamos a manos llenas la ciencia-ficción más de lo mismo... Mala suerte, pues mayor y más costoso habrá de ser el esfuerzo a realizar para leer esta novela creyendo mis palabras, que no es con exactitud ni una sucesión de cuentos ni una obra de ciencia-ficción. “Crónicas marcianas” -detrás de su más que aparente simpleza- es una reflexión profunda y conmovedora sobre la naturaleza humana: sus miedos, sus fobias, sus inseguridades... sus mierdas. Que son las nuestras.
Esta es una colección de cuentos cortos de ciencia ficción, ingeniosamente improvisados para formar una novela coherente y muy legible …
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El 23 de septiembre de 1794, el joven Matthew Lewis con tan sólo diecinueve años, anunciaba en una carta a …
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Paseando por Milán, hace una pila de años, con una pareja de la propia ciudad, se detienen ante el inmenso portal de una casa: "Oh, foto, está es la casa dónde vivió Alessandro Manzoni"- comenta Marina, la encantadora esposa. "¿Qué era, un famoso escultor?" -su mirada pétrea y el rostro tremebundo de Giorgio me hicieron descubrir de súbito mi inmensa cagada. "Nooooo, ¿no conoces I Promessi spossi?" No sabía si mentir descaradamente como un bellaco o meterme en los próximos segundos la lengua allá por debajo de la concusilla. Evidentemente no lo pude consentir; llegué a España y lo saqué de la Biblioteca. "Tochaco", me dije. No hizo falta exceso de esfuerzo, lo aseguro, como nuestro Quijote: humor, amor, intrigas, malvados... y eso sí, decenas de páginas históricas que si no conoces el contexto o la importancia determinante en el devenir de los personajes pueden hacerse cuasi interminables.
Una cosa …
Paseando por Milán, hace una pila de años, con una pareja de la propia ciudad, se detienen ante el inmenso portal de una casa: "Oh, foto, está es la casa dónde vivió Alessandro Manzoni"- comenta Marina, la encantadora esposa. "¿Qué era, un famoso escultor?" -su mirada pétrea y el rostro tremebundo de Giorgio me hicieron descubrir de súbito mi inmensa cagada. "Nooooo, ¿no conoces I Promessi spossi?" No sabía si mentir descaradamente como un bellaco o meterme en los próximos segundos la lengua allá por debajo de la concusilla. Evidentemente no lo pude consentir; llegué a España y lo saqué de la Biblioteca. "Tochaco", me dije. No hizo falta exceso de esfuerzo, lo aseguro, como nuestro Quijote: humor, amor, intrigas, malvados... y eso sí, decenas de páginas históricas que si no conoces el contexto o la importancia determinante en el devenir de los personajes pueden hacerse cuasi interminables.
Una cosa me quedó cristalina: no era escultor, era un escritor como la copa de un pino.
Norte de Italia, siglo XVII; los españoles dominan la zona. Una pareja de prometidos, Renzo y Lucía, tendrán que enfrentarse …
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