«Sin construcciones —recitó Dex–, pocos misterios desvelarás. Si no conoces misterios, tus construcciones fracasarán. Encuentra la fuerza para hacer ambas cosas».
—Tu religión pone mucho énfasis en el propósito, ¿verdad? En que cada persona encuentre la mejor forma de contribuir al conjunto.
—Decidir tu propósito es una de las cosas más valiosas que existen.
—Eres un animal, hermane Dex. Y los animales no tienen un propósito. Nada lo tiene. El mundo existe sin más. Si quieres hacer cosas que sean significativas para otra gente, ¡pues vale! ¡Bien! ¡Yo también quiero hacerlas! Pero es suficiente con existir en el mundo y maravillarte por él. No necesitas justificarlo ni ganártelo. Tienes permiso para vivir sin más.
—No es lo mismo en absoluto —replicó—. Soy diferente porque quiero algo más. No sé de dónde sale esa necesidad, pero la tengo y no quiere callarse.
—Y yo digo que creo que estás confundiendo algo aprendido con algo instintivo.
—Yo creo que no. La simple supervivencia no es suficiente para mucha gente. Tenemos deseos y ambiciones que superan nuestras necesidades físicas.
El robot reflexionó sobre aquello.
—Yo también tengo deseos y ambiciones, hermane Dex. Pero, si no cumplo ninguno de ellos, pues vale. No me machacaría por ello.
Dex giraba la taza entre sus manos sin parar.
—¿No te molesta? —preguntó—. ¿La idea de que, al final, tu vida no haya significado nada?
—Eso es lo que le ocurre a toda la vida que he observado. ¿Por qué me molestaría? —Los ojos de Onfalina brillaron con intensidad—. ¿No te parece que la consciencia es de lo más emocionante? Aquí estamos, en este universo incomprensiblemente grande, en esta luna minúscula dando vueltas alrededor de este planeta incidental, y durante todo el tiempo que este escenario al completo ha existido, cada componente se ha reciclado una y otra y otra vez en una infinidad de configuraciones increíbles y, a veces, esas configuraciones son lo bastante especiales para poder percibir el mundo que las rodea. Tú y yo… solo somos átomos que se dispusieron de la forma adecuada y podemos comprender eso sobre nosotres. ¿No es maravilloso?
— Monje y Robot por Becky Chambers (Página 121 - 124)