Advertencia de contenido Último capítulo de "Algo que sirva como luz"
Cuando más desesperado estaba por hallar algo de luz para resolver el gran misterio de Supersubmarina, sucedió algo inesperado. En el paseo de la Constitución, bajo los enormes robles, me senté en uno de sus bancos, junto al quiosco de música, el mismo sitio donde José, Juanca, Pope y Jaime dieron su primer concierto importante. Creía que tenía que despedirme de ese lugar y, de paso, ver si encontraba algo de inspiración. Un grupo de niños jugaba al fútbol por la misma ancha avenida donde descansa la Fuente de la Estrella. Sin ninguna dificultad, pude imaginarme a los cuatro de Supersubmarina con la misma edad corriendo detrás de la pelota en esos partidos de dos contra dos a vida o muerte. De repente, a los chavales se les fue el balón. Uno de los niños se acercó hasta mí para recogerlo. Cuando fui a dárselo, le pregunté, en un impulso, si conocía una banda que se llamaba Supersubmarina. «Sí, me encantan», contestó el niño. También le pregunté que desde cuándo los conocía y me respondió que los conocía desde hacía un año, gracias a su madre. Entonces le dije que si sabía que ya no tocaban desde hacía mucho tiempo. «Eso no es verdad. Yo los escucho todos los días», respondió, y se marchó corriendo con el balón entre las manos.
— Algo que sirva como luz por Fernando Navarro (Página 377)