Manuel Monroy Correa valoró Quiero escribir furia: 5 estrellas

Quiero escribir furia por Audre Lorde
Entre los múltiples temas que aborda en sus textos, Audre Lorde habla de aspectos como la identidad y la sexualidad; …
Autor de ciertos libros | traductor de Lola Ridge y Langston Hughes | comentador compulsivo | miembro de Anartist.org | editor | paseante de videojuegos | Mastodon | Pixelfed | Web | vita letteraria | Gemini | más
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Entre los múltiples temas que aborda en sus textos, Audre Lorde habla de aspectos como la identidad y la sexualidad; …
Garcés se pregunta cómo se ordena la amistad, siendo de las pocas formas de relación que no están institucionalizadas, pero cargando con mucho contenido moral igualmente. Lo hace a través de los textos clásicos de filosofía sobre la amistad y con los pies y la escritura puestos sobre el presente: los debates, los conflictos y los sentires que atraviesan nuestro siglo. Un ejercicio valioso por cómo piensa sobre la actualidad e imagina una forma de amistad política al mismo tiempo que recoge críticamente la tradición filosófica que la ha abordado antes. Me encantó su idea de la amistad como una forma de disposición a la extrañeza de les otres.
Este libro lo leí para traducirlo. Me tardé por las otras actividades que realizo. Es una proeza traducir y no tengo idea qué teorías se ponen por delante, qué otras se abandonan, al momento de hacerlo. Creo que el dicho de siempre (traduttore, traditore) no lo entiendo ya por el texto (¿trans-creación? No tanto). Es quien traduce quien termina traicionándose todo el tiempo.
La proeza de traducir no es solo la labor de una traslación de sentido o el peso simbólico de la obra, sino construir un espacio donde las palabras terminan haciéndole algo a unx. Esa es la «traición», en otra lectura del dicho. Se traiciona unx al dar lugar a algo que no existía, al menos, en el continente ni en el aspecto de su posibilidad: un cuerpo nuevo, de texturas y soportes. Traducir es como construir una alucinación en la que unx se pierde.
Aunque …
Este libro lo leí para traducirlo. Me tardé por las otras actividades que realizo. Es una proeza traducir y no tengo idea qué teorías se ponen por delante, qué otras se abandonan, al momento de hacerlo. Creo que el dicho de siempre (traduttore, traditore) no lo entiendo ya por el texto (¿trans-creación? No tanto). Es quien traduce quien termina traicionándose todo el tiempo.
La proeza de traducir no es solo la labor de una traslación de sentido o el peso simbólico de la obra, sino construir un espacio donde las palabras terminan haciéndole algo a unx. Esa es la «traición», en otra lectura del dicho. Se traiciona unx al dar lugar a algo que no existía, al menos, en el continente ni en el aspecto de su posibilidad: un cuerpo nuevo, de texturas y soportes. Traducir es como construir una alucinación en la que unx se pierde.
Aunque ya existen versiones al español de este libro (Lumen tiene una de ellas) y yo por lo mismo me resistía a traducirlo, si no fuera porque se trató de un encargo, no me hubiera forzado a entrar en ese tránsito arduo. Y es que traducir (transdecir, ahí vamos...) es ser llevadx al cambio. Especialmente, cuando se trata de poesía. Unx es arrastradx por cuenta del poema y sus cuepros verbales.
No puede decirse que se es lx mismx antes y después de traducir un libro de poemas. Unx anida en sí la experiencia del cuerpo de las palabras y debe hacerle lugar a algo que no es propio de la manera más propia de hacerse unx con ello. A veces no se «hace» algo nuevo o se re-crea sino que hiende en unx hasta reclamarse a sí mismo - el poema - dentro de nosotrxs.
Entonces es unx lx tras-tornadx, unx quien se hace poema, más que poeta y más que lectorx. No se es autorx; el poema es, al momento de luchar con él - con su secreto o su ardor significante - una pregunta sorbre nosotrxs mismxs. Casi como una marea que se tiene que aceptar y sobre la cual el afecto de su inestabilidad (sobre todo, de aquel ritmo de lo rutinario) mantiene su efecto aun pisando tierra o creyendo volver a lo de siempre.
Recuerdo la música que me acompañó al momento de traducir... Una estación de la radio griega, de blues. Sababa 5 también y eso, por razones que no van con el libro y que lo hacían ver como realmente fuera de este mundo.. Al entrar en él, los ecos de su mitología pagano-judeo-cristiana hablaban de algo que, para mí, ya se ha terminado pero que puedo comprender como vestigio, el que H. D. consideró posible a pesar de la catástrofe de la segunda guerra mundial.
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Terrestre bien podría ser definido como un libro de palabras en completa libertad. Imaginativo, con estructuras narrativas audaces, Cristina Rivera …
Terminé de leer este libro en la línea 2 del metro, desde la estación General Anaya hasta Cuatro Caminos (de regreso después de haber presentado un poemario de un autor residente en Tepotzotlán en una librería de Coyoacán). Aunque todo libro puede disfrutarse de cualquier modo, y las preferencias sean múltiples, no quiero decir que sea de una lectura simple. Lo leí igualmente en mi casa y en otras ocasiones, de camino a otros lados. El estilo de Cristina Rivera Garza es uno que combina lo político con lo histórico, consciente de que toda escritura está entre la memoria, la investigación, el lugar de enunciación. En este caso, la mirada feminista de mujeres mexicanas en el siglo XX y el rasgo común a cada historia: el viaje como deseo y experiencia en estado de alerta. Combinación también de apertura y retrospectiva.
Los cuentos que más disfruté fueron «Los leones no …
Terminé de leer este libro en la línea 2 del metro, desde la estación General Anaya hasta Cuatro Caminos (de regreso después de haber presentado un poemario de un autor residente en Tepotzotlán en una librería de Coyoacán). Aunque todo libro puede disfrutarse de cualquier modo, y las preferencias sean múltiples, no quiero decir que sea de una lectura simple. Lo leí igualmente en mi casa y en otras ocasiones, de camino a otros lados. El estilo de Cristina Rivera Garza es uno que combina lo político con lo histórico, consciente de que toda escritura está entre la memoria, la investigación, el lugar de enunciación. En este caso, la mirada feminista de mujeres mexicanas en el siglo XX y el rasgo común a cada historia: el viaje como deseo y experiencia en estado de alerta. Combinación también de apertura y retrospectiva.
Los cuentos que más disfruté fueron «Los leones no están acá» y «Pajarracas». El primero me parece magistral en el uso del negativo como enunciación de algo sobre lo cual los personajes se apartan. Mantener algo así no solo implica un juego de estilo literario sino también es el carácter mismo de la historia, la de dos amantes que huyen y que no son capaces de decirse desde el deseo (de lo que podrían ser). El segundo cuento es un homenaje al ímpetu que lleva a dos chicas a viajar descuidadamente y, a pesar de que el peligro es posible, se manifiesta la bondad de hombres que son fieras latentes. ¿Una dulce ilusión? Una maravillosa fantasía en la que estas dos mujeres son, también, aves y libres. ¿Hasta dónde es posible mantener la libertad?
También: ¿hasta dónde es posible andar en la frontera donde el vaivén del deseo, del peligro, de la memoria, de la limitada libertad y de las convicciones políticas —anarquistas, por ejemplo— pende de un hilo o puede sacudirse hasta volcarse al final? ¿Y cuál es el final de todo? La narración de ello. Ese es el final de todo, perdido o recuperado
Terrestre bien podría ser definido como un libro de palabras en completa libertad. Imaginativo, con estructuras narrativas audaces, Cristina Rivera …
Este libro biográfico sobre sí y sobre el padre, me ha gustado mucho. La honestidad de la autora, en el momento en que escribir se vuelve un ejercicio que no se separa de la perspectiva solitaria. La exposición de un padre que fue héroe y termina siendo hombre a los ojos de su hija, con mirada feminista y amorosa y desencantada. Parece que Aura García-Junco quiere dejar el rastro bien definido, de una reflexión al momento en que se va escribiendo, tanto sobre lo que dice sobre el cómo lo dice y desde dónde.
Hay una extensión que pretende la huella del cometido personal y literario de su padre, descrita con tanto detalle que puede adivinarse la intención de no dejar tampoco ese asunto sino como legado. El final del libro vuelve a la mirada sobre el padre y sobre sí. La mirada de la escritura, cuestión también abordada a …
Este libro biográfico sobre sí y sobre el padre, me ha gustado mucho. La honestidad de la autora, en el momento en que escribir se vuelve un ejercicio que no se separa de la perspectiva solitaria. La exposición de un padre que fue héroe y termina siendo hombre a los ojos de su hija, con mirada feminista y amorosa y desencantada. Parece que Aura García-Junco quiere dejar el rastro bien definido, de una reflexión al momento en que se va escribiendo, tanto sobre lo que dice sobre el cómo lo dice y desde dónde.
Hay una extensión que pretende la huella del cometido personal y literario de su padre, descrita con tanto detalle que puede adivinarse la intención de no dejar tampoco ese asunto sino como legado. El final del libro vuelve a la mirada sobre el padre y sobre sí. La mirada de la escritura, cuestión también abordada a lo largo del libro. La intimidad y una propuesta entrañable de cercanía con otrxs a quienes se quisiera apapachar.
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