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La razón nunca ha sido suficiente para dar sentido a la vida, para explicar las experiencias que una persona atraviesa al vivirla a fondo. Por ese motivo en todas partes del mundo se desarrolló una sabiduría mística que la complementaba; también en Occidente, aunque una tradición filosófica de 2500 años lo haya ocultado.

Este viene siendo el tema central del libro bastante poco ortodoxo de Kingsley. Aquí los hallazgos arqueológicos, las traducciones y los datos históricos se dirigen a respaldar la existencia y el peso de unos conocimientos esotéricos y espirituales en el mundo griego anterior a Atenas. Anterior a Platón, a Aristóteles y a todos los supuestos pilares de nuestra civilización.

Esa reconciliación con la espiritualidad desde dentro de nuestra propia cultura científica, racional, materialista, me parece un punto de vista muy valioso que justifica sobradamente la lectura, cuyos defectos (como la pesadez del autor por exponer la ceguera o falta de honestidad de colegas académicos suyos al estudiar los mismos materiales que él estudia aquí), son de poca importancia.

Si tienes suerte, lector, en algún momento de tu existencia te encontrarás en un callejón sin ninguna salida. O, para decirlo de otra manera: si tienes suerte, llegarás a una encrucijada y verás que el camino de la izquierda lleva al infierno, que el camino de la derecha lleva al infierno, que la carretera que tienes delante lleva al infierno y que, si intentas dar la vuelta, terminarás en un completo infierno. Todos los camino te llevan al infierno y no hay escapatoria, no tienes alternativa. Nada puede ya satisfacerte. En ese momento, si estás preparado, empezarás a descubrir dentro de ti lo que siempre has deseado pero nunca has podido encontrar.