Reseñas y comentarios

Qué bonito viaje disfrutar de esta trilogía y qué pena haberla terminado. Imperdible para cualquiera interesado en la ciencia ficción. ¡Nos vemos en la utopía marciana!

Una colección de 13 relatos sobre la fiebre del oro y la exploración del salvaje Norte. Aventura en estado puro.

Ensayo que recorre la historia de Grecia y su influencia en toda la cultura universal a base de pequeños fragmentos en donde se recoge un instante de vida. En la línea del maravilloso “Momentos estelares de la humanidad” de Zweig o del “14 de abril” de Paco Cerdá, muestra que otra historiografía, centrada más en las personas que en los propios acontecimientos, es posible -y deseable. Un prodigio de rigor y documentación, sí, pero también una obra entretenidísima.

Es un tebeo que gráficamente está muy bien, en un estilo que quiere remedar la pasión por el baile de su protagonista. Es una historia de anhelos y búsqueda para encontrarse a uno mismo y a aquello que le hace vibrar.

Un tebeo con un estilo muy personal, lleno de lirismo y magia y con una elegancia formal exquisita. Deseando leer el siguiente tomo.

Pues continúo disfrutando muchísimo con la segunda parte de esta trilogía. Kim Stanley es un absoluto polímata y lo muestra de sobra con partes centradas en la geología, la botánica, la química ambiental o la física de la atmósfera. Me ha gustado especialmente la parte más centrada en la diplomacia, la negociación y la búsqueda de acuerdo entre partes enfrentadas. Leyendo esta reseña, parecería que se trata de un ensayo. No lo es. Es una buenísima novela de hard-scifi que aborda innumerables temas. Una delicia.

Altarriba y Keko continúan con esa fructífera colaboración que comenzaron con Yo, asesino. El thriller, esta vez, se desarrolla en los ambientes de la política municipal y nacional donde el protagonista es un asesor político en ascenso. Un mercenario buscavidas al servicio del mejor postor con independencia de su ideología. El cómic está trufado de todo tipo de personajes cuyos alter ego reales son claramente identificables en la política española.

Estupendo. Fue escrito hace ya tiempo y, con seguridad, la paleontología ha dado nuevos avances (entre otras cosas, gracias a los increíbles hallazgos de cada verano en la Sierra de Atapuerca), pero sigue siendo un ensayo estupendo. Explica los cambios climáticos a lo largo de las eras, los métodos de datación, la metodología de trabajo de la ciencia de la Paleontología, las principales hipótesis acerca de la evolución de las distintas especies humanas… Todo ello, de forma amena e incorporando reflexiones sobre lo que nos hace humanos y lo que propicia que cada especie sea única y valiosa por sí misma.

Pues enganchadísima a la saga, la verdad. Me voy corriendo a conseguir el segundo tomo.

Heimat es el diario gráfico de una íntima búsqueda sobre unos orígenes familiares bajo sospecha de complicidad con los terrores de la Alemania nazi. La autora cuenta cómo en la Alemania Federal de los ochenta hablar sobre el pasado familiar de los 30-50 era tabú por la sombra de culpa y pecado colectivo que permeaba la sociedad -me pregunto, con tristeza y preocupación- hasta qué punto la superación de esa culpa ha supuesto la amnesia colectiva sobre el horror que fue el régimen nazi. Es un cómic muy aclamado, pero reconozco que mi interés se ha ido desinflando conforme avanzaba por sus casi 300 páginas y que he acabado empatizando más con la autora que con la propia obra.

Ya dijo hace medio siglo Kurt Vonnegut que la única manera éticamente responsable de escribir sobre la guerra es desde la ironía y el mayor de los absurdos narrativos. Y, en cierto modo, esto es lo que intenta esta novela, donde la Guerra del Líbano de 2006 se ve reducida a las vivencias tragicómicas de una recluta israelí, antiheroína permanentemente asqueada por los olores, la cutrez escatológica y el absurdo cotidiano de esa rutina desquiciada del servicio militar. Sin embargo, la línea entre el alegato antibelicista y la narración superficial ególatra es muy fina y hay que ser Kurt Vonnegut para transitarla sin fracasar. Paulina Tuchschneider lo intenta -lo cual es muy meritorio- pero me temo que cae más de este último lado que del de esa pretendida crítica.