Me gustan los libros que me sorprenden o que saben jugar con mis expectativas a mi favor (y no a mi pesar, como pasa muchas veces). Intercambiar toda la fantasía a raudales que te inspira el título por un estudio de la soledad del poder me parece un movimiento genial. Me gusta todavía más que ese estudio sea en clave optimista, en vez del cinismo habitual.

Eso también puede contar como crítica: no se arriesga mucho con las consecuencias y hay un exceso de deus ex machina flower power. El protagonista sale demasiado bien parado de demasiadas situaciones, todo el mundo es bueno o malo a extremos ridículos y los defectos del protagonista son tan suaves y todo el mundo se los toma tan bien que es imposible de creer.

No lo llamaría worldbuilding si no... court-building? Algo en el que la autora se recrea y puedes disfrutar con ella. Las trenzas, las túnicas, las joyas, los rituales, la comida, el habla formal y las florituras en los nombres, y un laaargo etcétera. Hay un cariño en este libro del que cuesta no contagiarse. Acabas queriendo a los personajes aunque no sean más que esbozos de un ser humano real, y las descripciones son tan vívidas que en todo momento me he sentido dentro de cada sala y de cada discusión.

Aunque sólo sea por eso último, lo recomendaría encarecidamente. Tiene defectos a montones pero el regusto final que me queda es muy muy bueno.