Volver
Richard Matheson, Isabel Merino Bodes: La casa infernal (Paperback, Minotauro, MINOTAURO)

Minotauro recupera para su colección de ESENCIALES una de las mejores novelas sobre casas encantadas …

Un sexplotation que divide opiniones

Matheson es, y de esto hemos hablado en algún momento, un autor con una fuerte vocación comercial que manipulaba sus textos para adaptarlos a los requerimientos de quien entendía como su público objetivo. Su narrativa es evidente, poco sutil, muy alejada del sugerir y muy adaptada a las modas y las tendencias del momento. Pocas veces un mismo argumento puede encontrar tantas diferencias en su desarrollo. La casa infernal no escapa de esta lectura. A pesar de las flaquezas que el paso del tiempo ha dejado entrever, la novela sigue siendo una poderosísima muestra de la literatura del horror, un modelo que desde su publicación se ha replicado cientos de veces en todos los medios, tanto literarios como audiovisuales. El autor es capaz de construir una pesadilla que perdura en la mente del lector, ofrece un texto sin ambigüedades con un final un tanto precipitado pero adecuado a su propósito. Una novela que supondrá una delicia para lectores del horror más visceral y extremo. No todo funciona como debiera en la novela. Uno de los puntos más críticos es el tratamiento de los personajes femeninos, construidos sobre los estereotipos de la vulnerabilidad y el deseo reprimido, de la mujer dominada por la emoción incapaz de plegarse a la razón. Más allá de esto, sobre la historia se desencadena lo que podemos llamar una concatenación de elementos poco deseables: un sadismo sexual no consentido reiterado —por no decir directamente violación–, episodios de homofobia y de misoginia.

@Patricia_Millan Pues, fíjate, que yo no tenía la idea de que sus novelas fueran lo que se entiende, entre el común de les mortales, como comerciales, sino que escribió más bien bastantes cosillas curiosas y que se salían de lo que se podía esperar. Lo mismo es que lo único que he leído suyo son las dos novelas clásicas de los 50, Soy leyenda y El increíble hombre menguante. Para mí, la primera rompe totalmente con el imaginario sobre los vampiros, creando sin querer la categoría de zombi, además con algún que otro cabo suelto que no tiene demasiado interés en aclarar; y, en la segunda, el final cosmológico me parece complejo y no fácil de digerir para las personas habituales el género fantástico o de terror, más en los años 50.

Me anoto esta :). Gracias.