Seamos idiotas
Se podría decir mucho sobre la vida bohemia y la ideología del novelista y periodista checo Jaroslav Hasek, pero decidió dejárnoslo escrito por entregas en las páginas de su obra satírica «Las aventuras del buen soldado Svejk», tristemente inconclusa tras su muerte por tuberculosis en 1923.
De claro componente autobiográfico -Hasek fue soldado durante La Gran Guerra- la novela es una clara denuncia despiadada a la guerra y a su absurdo, con duro trasfondo político y críticas nada piadosas a otros estamentos como la religión, la monarquía y hasta la medicina… No deja títere con cabeza. Un antibelicismo que se hace presente en la propia estructura del relato, desde la propia presentación del personaje: un idiota que vende perros Pomerania como si fuesen pachones a otros idiotas que no saben que lo son, hasta su inacabado final en el que otro idiota habla del patriotismo en un contexto que hace …
Se podría decir mucho sobre la vida bohemia y la ideología del novelista y periodista checo Jaroslav Hasek, pero decidió dejárnoslo escrito por entregas en las páginas de su obra satírica «Las aventuras del buen soldado Svejk», tristemente inconclusa tras su muerte por tuberculosis en 1923.
De claro componente autobiográfico -Hasek fue soldado durante La Gran Guerra- la novela es una clara denuncia despiadada a la guerra y a su absurdo, con duro trasfondo político y críticas nada piadosas a otros estamentos como la religión, la monarquía y hasta la medicina… No deja títere con cabeza. Un antibelicismo que se hace presente en la propia estructura del relato, desde la propia presentación del personaje: un idiota que vende perros Pomerania como si fuesen pachones a otros idiotas que no saben que lo son, hasta su inacabado final en el que otro idiota habla del patriotismo en un contexto que hace recordar irremediablemente a las palabras del Dr. Johnson: "el patriotismo es el último refugio de los canallas".
Hasek creó un estilo con esta obra, que sin duda ha influido en la sátira y el antibelicismo de autores posteriores (estamos hablando de 1923), tanto literaria como cinematográficamente (hasta el mismísimo Bertolt Brecht escribió una segunda parte).
Y bueno, os invito a ser idiotas, pero como Svejk, el único idiota que lo sabe, y que se pasa toda la obra reconociéndolo lo que le hace «superar» la historia, no como el resto que morirán siendo absurdos idiotas por no darse cuenta de ello: el mando que ha de pasar revista sea como sea dejando al descubierto lo absurdo de la autoridad, el coronel que ha de hacer un juicio militar diario para ahorcar a alguien y sentirse satisfecho, el médico que descubre el bacilo de Koch por una simple diarrea... Todo es ridículo y cruel, y hasta me he sorprendido y juzgado a mí mismo por troncharme mientras Svejk contaba historias de asesinatos, bombas y miembros amputados... porque eso es el absurdo de la guerra, ver como normal y natural aquello que es inhumano.