Advertencia de contenido Sobre la mercantilización del arte
Al pasar por una ventana de una planta baja con la inscripción Galería de Arte, entró, pensando huir de la claustrofobia moral de las calles y reencontrar en un museo la belleza de Urras. Pero en todos los cuadros de aquel había etiquetas con precios adheridas a los marcos. Se detuvo a contemplar un desnudo de mujer hábilmente pintado. La etiqueta indicaba 4.000 UMI.
—Es un Fei Feite —le dijo un hombre trigueño que había aparecido junto a él sin hacer ruido—. Hace una semana teníamos cinco. La gran sensación en el mercado de arte dentro de poco. Un Feite es una inversión segura.
—Cuatro mil unidades es el dinero que cuesta mantener a dos familias durante un año en esta ciudad —dijo Shevek.
El hombre lo inspeccionó y dijo, arrastrando las palabras: —Sí, bueno, pero vea usted, señor, esta es una obra de arte. —¿Arte? Un hombre hace arte porque tiene que hacerlo. ¿Por qué hicieron esta pintura? —Usted es un artista, supongo —dijo el hombre, ahora con desembozada insolencia.
—No, ¡soy un hombre que reconoce la mierda cuando la ve!
— Los desposeídos por Ursula K. Le Guin (Página 256)