Su madre decía que ingresaría en una iglesia en cuanto decidiera cuál era la correcta.
Nunca se decidió. Pero le entraron muchas ganas de tener un crucifijo. Y compró uno en una tienda de regalos de Santa Fe en un viaje que hizo la familia al Oeste durante la Gran De- presión. Como tantos estadounidenses, estaba intentando construir una vida que tuviera sentido con las cosas que encontraba en las tiendas de regalos.
— Matadero cinco por Kurt Vonnegut, Miguel Temprano García, María Medem (Página 40)
Cómo va dejando caer perlitas Kurt Vonnegut
