La felicidad, de existir, es una tira de Bill Watterson. Da igual lo malo que haya sido un día, zambullirme en sus tiras me lleva siempre a un lugar feliz y familiar en el que me siento arropado. Imposible no sentirme identificado con un Calvin desorganizado, cínico y que encuentra la diversión en los placeres sencillos. Pero imposible también no verme reflejado en un Hobbes que lucha por abrirse paso entre el caos para recordarnos que la vida adulta es la que es pero que si mantenemos el sentido de la maravilla tal vez nos sea ligeramente más tolerable.