Manuel Monroy Correa terminó de leer La Diosa Blanca de Robert Graves
Este libro es un bosque tupido de referencias a la relación simbólica entre deidades femeninas desde la antigüedad del Mediterráneo (Grecia) hasta el poema medieval que Graves investiga aquí. Tal poema contiene, según su análisis filológico, elementos retóricos y simbólicos que remiten a la adoración de una diosa cuyo culto o devoción y características divinas, puede rastrearse a la antigüedad en Europa. A esta figura Graves le llama «la diosa blanca». Lo blanco de la diosa se refiere a una característica que la conecta con la muerte.
A mí me sorprendió la red semiótica y etimológica de los diversos nombres de deidades femeninas que, en toda la literatura que Graves analiza en relación con los mitos (en general: griegos, hebreos, etc.) aterriza en una figura triple. Tal tesis es mantenida en toda su obra, tanto ficcional como académica. La diosa es triple y representa el ciclo vital. Según Graves, hubo un momento en la historia del pueblo griego antiguo en que las estaciones del año eran tres. El mito de Perséfone (importado de Sumeria, con Innana), su madre Démeter y Hécate, en el que inframundo-muerte y resurgimiento de la vida están interrelacionados, confirma esta perspectiva.
Creo que también llegó a influir en la manera en que ciertos grupos, desde la primera mitad de siglo XX (en Inglaterra) pretendieron renovar el culto a la diosa madre, además de sentirse respaldados por la investigación de la antropóloga Margaret Murray (en su ya rebatido libro El dios de los brujos.
Con todo, es un texto que me parece muy interesante, documentado y fascinante en ciertos aspectos.