Manuel Monroy Correa terminó de leer El guardián de la luz de Anita Nair
Pienso en Idris como en una figura entrañable y en Kandavar un heredero de lo mejor de un mundo abierto: más allá de lo religioso pero con la pena de la atadura a los sistemas qué prevalecen hasta hoy: la codificación del otro como un extraño al qué no se le puede perdonar su alteridad.
Al mismo tiempo, la novela es un ejemplo sobre el ritmo esperado en la lectura, que en su aproximación al final resulta lento y el final mismo, en ese sentido, contrastante. Me gusta que Idris sea referido de forma indirecta en esos momentos.