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Qué lástima más grande que un libro con un final tan cojonudo y una narrativa que enganche esté plagado de tal ranciedad, tal misoginia y tal homofobia que te amargue todo el viaje.
El problema que tiene Liu con las mujeres no es ni medio normal. No es que sean un 0 a la izquierda en sus novelas si no que, cuando aparecen, son seres de luz delicados, inocentes, de risa angelical y -transcribo literalmente- inteligente pero no tanto como para llegar al esnobismo.
Cuando no lidias con el secuestro de mujeres por los caprichos de un niño-hombre tienes la condescencia que Liu dedica a los milennials: aniñados, sensibleros, incapaces de lidiar con una crisis, analfabetos emocionales... Suerte que está su generación para salvar a la humanidad, porque está claro que, según él, las nuevas no están a la altura.
Y ya cuando crees que la cosa no puede ir peor dedica un párrafo maravilloso para hablar del acto más inmundo y depravado al que la humanidad se desboca en el momento de mayor crisis. Algo tan aborrecible que los dos protagonistas tuercen el gesto de horror: Una orgía pública. Peor aún, una orgía pública dónde heterosexuales y homosexuales se mezclan y, dios mío, igual hay gente teniendo orgasmos.
Le reconozco a Liu la mejora en la narrativa: las encrucijadas morales de los hombres protagonistas son interesantes, algunas escenas fascinantes y un final redondo y perfecto. Pero no podría recomendar este libro sin avisar antes del profundo asco que te puede provocar el autor.