Aquellos años de jefatura intermedia fueron mi única experiencia que podríamos llamar de poder. Yo asistía a reuniones donde se decidían futuras parrillas, posibles fichajes, nuevos programas, el cese de otros... Es estimulante que una idea tuya tenga Juz verde y que esa idea movilice en los días posteriores a todo un equipo que surge de la nada. De pronto, conocí esa sensación de que otros trabajan y tú te llevas los aplausos -o los abucheos, en su caso- en base a simples decisiones. También conocí por primera vez la sensación de que te hagan la pelota, y también esa otra de que te hagan la cama. La sensación de soledad cuando estás con todo un equipo de un programa que trabaja para ti es enorme, de modo que agradeces mucho que te traten bien y eres especialmente sensible a quienes se muestran más bordes o distantes. Pero eso es engañoso. Con el tiempo comprendí que algunos de esos supuestos bordes eran, simplemente, buenos profesionales que querían hacer bien las cosas y dejarse de chorradas. En cambio, ciertos encantadores solo trataban de ganar favores a base de jabón, y desaparecieron de mi órbita en cuanto dejé de ser interesante.
— Puto Boomer por Roberto Moso (Página 35)