Ernaux se esfuerza aquí —más que en ninguno de los otros libros que he leído de ella— por escribir de forma objetiva, quizá porque lo que cuenta atraviesa sus afectos y su identidad profundamente. Me ha entusiasmado ese esfuerzo y me hace desear ejercitarlo también: esa descripción de las cosas que ocurren que no se deja afectar por la emoción particular pero que, con solo nombrar, consigue analizar muchas de las cuestiones que atraviesan la familia, la clase social y las aspiraciones humanas.