Aquí mi hilito del principio de La lluvia amarilla en #Lecturascasaarbol Me está gustando y me ha sorprendido, aviso. es muy distinto a lo que suelo leer, y eso que me recuerda a un par de cosas que ya os citaré. Me gusta su tono grave, su lenguaje es espeso e inclemente como la nieve que sepulta Ainielle. Su ritmo es como avanzar pisando esa nieve. Tal y como le ocurre al protagonista, no podemos acelerar el tiempo, que es esa lluvia amarilla. Me he sentido tan hastiada, sola y hundida como él.
Para mí no hay duda de que estamos ante una novela gótica, con gótica me refiero al estilo romántico de Cumbres Borrascosas. El paisaje, y el clima, trazan un paralelismo con el ánimo del personaje. Marcan el pulso de la acción (empiezan a pasar algunas cosas más cuando la nieve se derrite). Esa lentitud hace que sea una de estas novelas en las que, aunque breves, hay que ser pacientes, las incógnitas no se van a desvelar inmediatamente (Sabina, Andrés).
La soledad del protagonista me duele tanto como ese frío agudo y espantoso. ¿No os ha pasado? Casi he sentido un malestar físico al pensar en convivir con esa nieve adueñándose del interior de la casa, con esa soledad infinita. Y qué pena más grande Sabina. Os diré que la he entendido un poco.
Quiero avanzar y despejar claves sobre lo que quiere contarnos del éxodo rural, porque adivino que todavía no hemos llegado al corazón del asunto.
Para mí se hermana con Cumbres borrascosas, tal y como he dicho, pero también se da la mano con otras dos novelas que abordan el tema del éxodo rural, de una manera mucho más satélite, y que tienen un lenguaje casi bíblico (cosa que en estos tiempos de lenguaje directo, me impresiona mucho). Te di ojos y miraste a la tienieblas, de Irene Solà, y Trajiste contigo el viento, de Natalia García Freire. Pienso también en un libro que no he llegado a leer pero al que le tengo ganas: Detendrán mi río.
Este último es de Virginia Mendoza y trata de los pueblos que fueron vaciados a la fuerza en la España de Franco para hacer los famosos pantanos, y que quedaron sepultados por el agua.
Creo que, como ocurría en Nevada, el paisaje/clima es un personaje más que intereactúa con el protagonista, incluso marca el ritmo de los acontecimientos.
Y me vais a perdonar si mezclo churras con merinas, pero este domingo leí esta columna de María Nicolau y en mi cabeza tejió un diálogo con algo de sentido con esta novela.
Y yo ya. Sigo avanzando en la lectura y espero leer vuestras impresiones pronto! 👀
https://elpais.com/gastronomia/2023-12-15/la-brecha-generacional-es-un-plato-de-lentejas.html
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@albacor Gracias por mezclar churras con merinas porque pedazo de artículo que se ha marcado María Nicolau y si no es por tus reflexiones en #Lecturascasaarbol me lo pierdo.
Sobre «La lluvia amarilla»... ay, me debato entre si releerlo o no. Porque fue uno de esos libros que leí hace ¿30 años? Y, ay, ojalá fuera para mí, como para ti, mi primera lectura ahora, con todo lo aprendido y vivido y leído hasta hoy. Porque tendría yo 15 años cuando lo leí y cómo cambiaría esa lectura ahora.
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@albacor Y qué impresión da leer a Llamazares cuando tienes 15 años y te llevaron con 10 por primera vez a visitar un pueblo abandonado, un pueblo al que volvías desde entonces un año tras año y te decían «Yo conocí al último habitante, mira, esta es su casa, aún se ve un interruptor aquí, entre la ruina» #Lecturascasaarbol
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@albacor Cada año que pasa es más difícil distinguir esa casa, pero estoy orgullosa de que cuando subimos allí, a Peñalcázar, aún la encuentro y la puedo señalar, ya sin rastro de interruptores ni casi nada que la distinga de la ruina anterior, y también soy yo la que ahora puede señalar un recuadro de tierra vacío y decir «mira, aquí estaba el cementerio, yo llegué a ver cruces de hierro, ya no queda nada» #Lecturascasaarbol