La información trocea el tiempo y lo reduce a una sucesión de instantes presentes. La narración, por el contrario, genera un continuo temporal, es decir, una historia.
A riesgo de sonar poco seria, aquí no puedo evitar pensar en cada vez que llamo a mi madre y me cuenta que ha ido al Eroski.
Para ella esto no es información, no. Es una narración continua en la que salta de los tomates a los tiempos de la fábrica, porque se ha encontrado en el Eroski a un compañero de mi padre que vino de Galicia, ya a Basauri y luego a Vitoria, pero poco que volvió a aquel Basauri gris, ni la gente que vino tras las inundaciones de Bilbao, que mucho quejarse pero no se movieron de Vitoria al jubilarse... y de repente te puedes estar horas al teléfono porque te hace una narración en la que todo está unido y pasa por algo, con un nivel de análisis social de transfondo que ya quisieran muchos intelectuales.