No solo de hongos vive el terror inminente de lo cotidiano
Si algo me gusta como lector es llegar a nuevos mundos, nuevas voces, nuevos temas. Pues bien, creo que este montoncito gozoso de relatos cumple con todo eso. Es catalizador de la sorpresa, alimenta la curiosidad, nos trae un buen ramo de flores extrañas de las que hablar, desde las que reflexionar y sentir. No diría que el libro es de terror puro, pero hay mucho de literatura de ese género en estos relatos, quizás desde un enfoque más relacionado con lo que nos inquieta de la realidad, lo que nos causa eso que es marca de nuestro tiempo: puritita ansiedad anticipatoria. Ansía por lo que se nos viene encima, por cómo reaccionará la naturaleza ante esos monos endiosados y cómo, probablemente, se volverá en nuestra contra y nos devorará. También destaca en estos relatos la fina aguja de la autora para hilvanar lo secreto y hacerlo visible; sobre todo en todo lo relacionado con las juntiñas humanas, con los tabúes sociales y lo que no solemos decir por vergüenza o por considerarlo demasiado raro para que nadie lo pueda entender o soportar sin cortarnos a rodajas. Kathryn Harlan nos regala ocho relatos que son muy variados. Dije arriba que habitaba en ellos un terror particular, pero también hay fantasía oscura (atentos al relato ‘Violinista, pareja de locos’), bizarrismo realimaginativo, vaya normbressito que me acabo de sacar del refajo (sirva de ejemplo ‘¿Eres tú?, que por momentos me recordó en gordo al más volado Cortázar), ecocanguelo por un tubo, brujería metía en lo cotidiano… En fin, un poco de muchas cosas de las que nos gustan a los que le tiramos con frecuencia a lo extraño, lo raro y lo que camina por la sombra y lo viscoso. Termino nombrando mi relato preferido, por seco, directo a las heridas sin cerrar, y por mostrar como los mitos nos pueden volver un poco tarumbones, se trata de ‘Dar caza al Rey Víbora’, una delicatesen que me he releído incluso antes de colgar esta mininota sobre esta obra que os recomiendo con la fuerza de los mares.