La felicidad de volver a ver, a sentir, a los niños fue tan grande que por lo pronto ahuyentó los oscuros pensamientos. Los niños y los ancianos, se decía a sí misma, viven en su propio mundo. Los unos asimilan los cambios rápidamente, los otros ni siquiera los perciben ya en su totalidad.
— Tú no eres como otras madres por Angelika Schrobsdorff (Página 164)
Otra cosa fascinante es cómo varía nuestra percepción del paso del tiempo conforme envejecemos.