Álvaro G. Molinero reseñó Parásitos de Carl Zimmer
¿son los parásitos callejones sin salido de la evolución?
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Edwin Ray Lankester, a parte de ser uno de los discípulos intelectuales de Charles Darwin y un conservador Tory de manual, era uno de los expertos más importantes en biología de desarrollo de la segunda mitad del siglo XIX y realizó buena parte de las observaciones clave en el desarrollo de los embriones de anfibio que llevarían a posteriores e importantes descubrimientos. Sin embargo, quizá debido a su talante conservador, cuando estudió el género de percebes parásitos de cangrejos Sacculina concluyó que los parásitos eran involutivos; paso atrás y callejones sin salida evolutivos (una idea que está en el embrión ideológico de lo que, en el primer tercio del siglo XX sería el fascismo). Pero nada más lejos de la realidad.
Los parásitos son el resultado de una fuerte interacción entre diversos ambientes y el organismos, y donde el ambiente es tanto el medio abiótico, como el medio biótico donde …
Edwin Ray Lankester, a parte de ser uno de los discípulos intelectuales de Charles Darwin y un conservador Tory de manual, era uno de los expertos más importantes en biología de desarrollo de la segunda mitad del siglo XIX y realizó buena parte de las observaciones clave en el desarrollo de los embriones de anfibio que llevarían a posteriores e importantes descubrimientos. Sin embargo, quizá debido a su talante conservador, cuando estudió el género de percebes parásitos de cangrejos Sacculina concluyó que los parásitos eran involutivos; paso atrás y callejones sin salida evolutivos (una idea que está en el embrión ideológico de lo que, en el primer tercio del siglo XX sería el fascismo). Pero nada más lejos de la realidad.
Los parásitos son el resultado de una fuerte interacción entre diversos ambientes y el organismos, y donde el ambiente es tanto el medio abiótico, como el medio biótico donde desarrollan algunas, muchas o la totalidad de sus fases vitales los organismos que optan por esta estrategia evolutiva. Un parásito nunca debe dañar demasiado a su hospedador. Si lo hace, él también perecerá. De hecho, estas interacciones virulentas suelen darse cuando la relación entre parásito y hospedador es reciente (muchas enfermedades humanas han coevolucionado poco con el Homo sapines, en concreto desde la adopción de la ganadería y la agricultura, y en general todavía son agresivas). Algunos, como Euhaplorchis californiensis (un tremátodo digenéo parásito de peces y aves), convierten a sus hospedadores primarios, en presa fácil para las aves marinas, colocándose cerca del cerebro de estos peces y modificando directamente su comportamiento (los efectos estadísticos de esta modificación sobre la probabilidad de ser cazados son espectaculares). La modificación del comportamiento sin causar la muerte directamente, es una estrategia bastante habitual. Sacculina, parasita por completo los tejidos de los cangrejos a los que invade, conviertiéndolos en boraces comensales mediante pequeñas modificaciones neurales en el cerebro del artrópodo: comen hasta tres veces más que sus congéneres sin Sacculina. Además, el percebe parásito los ha castrado y centran toda su atención en el crecimiento del percebe y en la producción de huevos del mismo. Toxoplasma modifica el comportamiento de su principal hospedador primario (los roedores), para hacerlos más atrevidos ante el olor de los depredadores (orina de felino).
Pero, a veces, la relación entre hospedador y parásito va mucho más allá de los daños que todos conocemos que se producen. Por ejemplo, Toxoplasma a veces cae en hospedadores no esperados, como el ser humano. De hecho, se calcula que el 90% de la población europea está infectado por este pequeño ciliado. Pues bien, según algunos trabajos, estimula el sistema inmune del hospedador (sobre todo los linfocitos T facilitadores y los linfocitos T asesinos), manteniéndolo sano. Además, este ciliado tiende a producir miles de pequeños quistes (donde se protege del sistema inmune) en el cerebro de los hospedadores y, según estos mismos estudios, los humanos con Toxoplasma son más felices y menos violentos.
Lo más increíble de todo es que, cualquier especie animal que estudiemos, alberga en su interior al menos una especie de parásito, cuando no son varias (en los vegetales ocurre menos: ha triunfado otra asociación de tipo mutualística que sí que está presente en todas las especies → la micorriza) ¡Y esto ocurre sin una merma aparente de la eficacia biológica o salud del individuo! Además, los parásitos son específicos de hospedador y, muchas veces, de región corporal u órgano (hígado, branquias, intestinos, etc.). De hecho, se puede seguir la filogenia de los animales de vida libre a partir de la filogenia de sus parásitos (aunque estudiar las discordancias entre ambas es muy interesante porque los parásitos, muchas veces, hacen saltos filéticos y comienzan a infectar a otros grupos en los que antes no estaban: un ejemplo reciente de ello es la tenia, que empezó a infectar humanos con la domesticación del ganado).