Daria ha decidido irse de Polonia para huir de un padre violento y hacer borrón y cuenta nueva. Tras una temporada en España, se traslada a la localidad sueca de Malmö, donde se apunta a una escuela de cómic, ansiosa por emprender una nueva vida. Pero allí le espera una pesadilla kafkiana de trámites administrativos, y para subsistir no le queda más remedio que aceptar un empleo de camarera con un sueldo de miseria y sin contrato. Mientras acumula horas de trabajo, cansancio y desamores, le va creciendo por dentro un imparable sentimiento de rebeldía ante la injusticia, y decide dar un puñetazo en la mesa y luchar por sus derechos y los de sus compañeros.
“Se dice que la esclavitud acabó hace cien años...”, reflexiona Daria, mientras observa un viernes por la noche a los hípsters de Malmö pidiendo comida en el restaurante indio donde ella y sus compañeros …
Daria ha decidido irse de Polonia para huir de un padre violento y hacer borrón y cuenta nueva. Tras una temporada en España, se traslada a la localidad sueca de Malmö, donde se apunta a una escuela de cómic, ansiosa por emprender una nueva vida. Pero allí le espera una pesadilla kafkiana de trámites administrativos, y para subsistir no le queda más remedio que aceptar un empleo de camarera con un sueldo de miseria y sin contrato. Mientras acumula horas de trabajo, cansancio y desamores, le va creciendo por dentro un imparable sentimiento de rebeldía ante la injusticia, y decide dar un puñetazo en la mesa y luchar por sus derechos y los de sus compañeros.
“Se dice que la esclavitud acabó hace cien años...”, reflexiona Daria, mientras observa un viernes por la noche a los hípsters de Malmö pidiendo comida en el restaurante indio donde ella y sus compañeros bangladesíes se dejan la piel por unas pocas coronas la hora; “¡No quiero ser una esclava!”, exclama, rotunda, al acostarse en su habitación sin ventana. Decide afiliarse a un sindicato y, con la ayuda de una periodista, empieza a investigar sobre la red de restaurantes del barrio que maltratan a sus empleados y pisotean sus derechos.
Esclavos del trabajo es el relato autobiográfico de una lucha social y sindical, que retrata una generación de jóvenes que viven en situación de riesgo social, con un futuro incierto y precario. También es el diario íntimo de una veinteañera recién llegada a una ciudad nueva en condición de emigrante, con sus anhelos, su desarraigo, sus dudas sentimentales y sus ganas de integrarse y de construir algo nuevo. Esclavos del trabajo formó parte de la selección oficial del Festival de Cómic de Angoulême 2018 y fue finalista del premio Artemisia 2018.
Si algo puedo destacar de este cómic es que me dejó hecha polvo. La historia habla sobre la precariedad, sobre la dificultad de cambiar las estructuras cuando vives al límite. Es una muy buena lectura que me pilló en el momento justo.
Daria Bogdanska tenía alrededor de 30 años cuando le publicaron «Esclavos del trabajo», su primer y, hasta el momento, único cómic.
Decir que es mujer, joven, polaca, punk y primeriza en esta faena de dibujar novela gráfica puede parecer un prejuicio, pero en una sociedad patriarcal, capitalista y poco dada a las sorpresas desagradables es difícil encontrar un solo motivo por el que no debiera henchirse de sano orgullo. Más aún con el temita de marras que trata en su primera obra, la explotación laboral (y vital en analogía) al que se ve sometida la clase obrera y de manera particular la población inmigrante y que se refleja a la perfección en el título y en una de las de las planchas de la primera parte del cómic cuyo texto comparto a continuación: "Y se dice que la esclavitud acabó hace cien años" -mientras observa a dos inmigrantes precarios currar …
Daria Bogdanska tenía alrededor de 30 años cuando le publicaron «Esclavos del trabajo», su primer y, hasta el momento, único cómic.
Decir que es mujer, joven, polaca, punk y primeriza en esta faena de dibujar novela gráfica puede parecer un prejuicio, pero en una sociedad patriarcal, capitalista y poco dada a las sorpresas desagradables es difícil encontrar un solo motivo por el que no debiera henchirse de sano orgullo. Más aún con el temita de marras que trata en su primera obra, la explotación laboral (y vital en analogía) al que se ve sometida la clase obrera y de manera particular la población inmigrante y que se refleja a la perfección en el título y en una de las de las planchas de la primera parte del cómic cuyo texto comparto a continuación: "Y se dice que la esclavitud acabó hace cien años" -mientras observa a dos inmigrantes precarios currar a destajo en un turco.
Y encima, la tal Daria, tiene la desvergüenza de basarse en su propia historia personal cuando con solo 16 añitos se mudó a Suecia y empezó a buscarse la vida y a recibir clases de cómics. ¡Con lo bien que funcionan los países nórdicos!
El dibujo de Daria es básico, muy del estilo que nos regalara Marjane Satrapi en «Persépolis», pero al igual que ella, es capaz de transmitir a manos llenas todas las facetas sociales y personales de una chica que pone la justicia y la dignidad por encima de la necesidad y se siente incapaz de cerrar los ojos una vez que ha visto.
P’alante, pasen y vean, y a no perderle la pista a la buena de Bogdanska.