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Publicado el 1 de Diciembre de 2010 por Tantor Media Inc.
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El protagonista de la novela es Diego Alatriste, un capitán español de los tercios de Flandes. Los personajes principales serán Alatriste e Iñigo Balboa, que ya tiene 17 años, y no tiene problemas en expresar su rebeldía. Junto a otros compañeros, viejos conocidos y nuevas figuras, vivirán aventuras a bordo de la Mulata, una galera de 24 bancos. Se enfrentarán a corsarios, atacarán embarcaciones turcas y otras galeras cristianas.
Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y …
El protagonista de la novela es Diego Alatriste, un capitán español de los tercios de Flandes. Los personajes principales serán Alatriste e Iñigo Balboa, que ya tiene 17 años, y no tiene problemas en expresar su rebeldía. Junto a otros compañeros, viejos conocidos y nuevas figuras, vivirán aventuras a bordo de la Mulata, una galera de 24 bancos. Se enfrentarán a corsarios, atacarán embarcaciones turcas y otras galeras cristianas.
Durante casi dos años serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color, ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra, no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada, mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos permitió elegir. Al menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie.