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Pues lo que está claro es que es una historia que no da concesiones, enseguida está plantada la pica, enseguida conocemos el ambiente y lo personajes. Para eso hay que valer y creo que el autor lo hace muy bien a ese respecto: nos aporta información precisa, tácita también, a espuertas y sin aturullarse. Sentimos que llegamos al ritmo adecuado, aunque, como digo, todo lo que aparece, lo hace con premura y afán de completar el cuadro.

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Por lo demás, en estos primeros momentos parece que estamos ante una historia típica, folletinesca, de familias adineradas y sus vidas, sus dominios, sus relaciones con el pueblo en el que viven. De primeras podríamos pensar que hay miles de libros así, pero aquí aparece enseguida Elinor en el hotel y a la porra lo preconcebido. Porque sí que nos puede sonar eso de que un elemento externo llega para revolucionar la vida cotidiana muy rígida o tradicional de un sitio, pero en Elinor enseguida se ve lo extraño, bien que se ocupa McDowell de remarcar esa rareza, de dejar la sospecha flotando, como madera de deriva, sobre las aguas de Perdido.

Desde luego en la presentación que suponen estos primeros capítulos se nos pone el caramelito en la boca, uno de sabor mezclado: novela de tintes costumbristas, de sociedad, relatos de vida, misterio, hechos sobrenaturales. Mucho tenemos aún por …

El paisaje social parece algo idealizado, como si estuviera edulcorado, con ciertas dosis de fingimiento. El ambiente ideal para la ocultación y para la premonición del descubrimiento de secretos varios, espero que un porrón de ellos. Se atisba el clasismo, el racismo, la compartimentación de las relaciones sociales de forma estricta, pero, como digo, está todo aún apuntado, con un punto de idealismo que a mí me pone nervioso, no sé si será algo intencional por parte del narrador.

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Después también está el tema del poder de las mujeres, que enseguida se hace evidente, hay algo en esta historia que nos dice que ellas mandan, algo que por sus bocas se hace evidente ya que en varios momentos remarcan esa superioridad. Aunque es un poder encubierto, que se ejerce desde bambalinas, pero no deja de ser curioso que en una época como la que relata la novela se hable tan explícitamente de la superioridad de la mujer. Qué es pagüer real y qué pertenece al cliché machista es algo que está por ver. Por ejemplo, me extrañó y gustó a partes iguales que la Annie Bell Driver sea la ministra espiritual de la comunidad, no sé hasta qué punto era usual este puesto para una mujer en la época.

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También queda claro desde el mismo comienzo, ese ‘in media res’ pasao por agua, que el paisaje y las fuerzas de la naturaleza van a jugar un papel importante en esta historia. También es significativo como la orografía y las características físicas del enclave de Perdido condicionan la vida social y económica: su aislamiento, su dependencia de las empresas madereras de las familias potentadas, la distribución de la parte rica y la pobre del pueblo (la pobre, como no podía ser de otra forma en la zona más inundable).

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El agua es aquí el elemento conductor, hace de vía de comunicación y de término metafórico, sirve para desplazarse por el pueblo, lo vertebra, lo ayuda en lo económico; pero también es amenazante, un peligro que queda patente con la riada que anega Perdido cuando llegamos a sus calles. Ese mismo agua es también elemento onírico, dador de vida y muerte, misterioso, casi arquetípico, nocturnal y destructivo. Elinor y su relación con lo acuático, las suspicacias que despierta su laconismo, la escena con la Annie Driver en la que la ve con forma ‘batracia’. El agua es la excusa, el disolvente de lo añejo, lo femenino peligroso, es muchas cosas. Hay incluso contraste con las aguas de color oscuro, rojo, insondables de los dos ríos que confluyen con la que aparece bajando de la montaña, ese arroyo en el que Elinor va a bañarse y donde es descubierta por la …