Álvaro G. Molinero reseñó El Imperio de Ryszard Kapuściński
Paseo por las nacionalidades de la Federación rusa en el marco de la Unión Soviética
3 estrellas
Kapúscinski se pasó casi toda su vida como enviado especial o corresponsal en zonas de conflicto. Revoluciones, guerras, procesos convulsos de descolonización en el Tercer Mundo. Durante varias décadas, Kapúscinski se dedicó a contarlo todo sobre estos acontecimientos, y lo hizo, en lo que sin duda constituye una de sus mayores virtudes, con una indisimulada simpatía por los más débiles que, sin embargo, no le hacía perder el foco de la atención sobre lo que estaba narrando.
Estamos ante una de las obras cumbre del autor, "El Imperio", donde narra sus viajes y contactos con la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. "El Imperio" es un testimonio increíble sobre la olvidada Unión Soviética. El autor hizo cinco viajes al corazón del Imperio, explorando sus confines y sus grandes ciudades. En la lectura, se respira el despotismo de la jerarquía soviética, la burocracia de la URSS y la diversidad cultural del …
Kapúscinski se pasó casi toda su vida como enviado especial o corresponsal en zonas de conflicto. Revoluciones, guerras, procesos convulsos de descolonización en el Tercer Mundo. Durante varias décadas, Kapúscinski se dedicó a contarlo todo sobre estos acontecimientos, y lo hizo, en lo que sin duda constituye una de sus mayores virtudes, con una indisimulada simpatía por los más débiles que, sin embargo, no le hacía perder el foco de la atención sobre lo que estaba narrando.
Estamos ante una de las obras cumbre del autor, "El Imperio", donde narra sus viajes y contactos con la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. "El Imperio" es un testimonio increíble sobre la olvidada Unión Soviética. El autor hizo cinco viajes al corazón del Imperio, explorando sus confines y sus grandes ciudades. En la lectura, se respira el despotismo de la jerarquía soviética, la burocracia de la URSS y la diversidad cultural del conglomerado de etnias del la potencia opositora a la dictadura del capital que dominaba el Pacto de Varsovia.
Armado con su pluma, su memoria y el idioma ruso (que dominaba perfectamente tras su educación bajo el sistema soviético), Kapuściński se mimetizó como un ciudadano común y silvestre para visitar, por ejemplo, las minas de carbón de Vurkutá, que se encuentran pasando el Círculo Polar Ártico. Allí, documentó las condiciones subhumanas de los trabajadores mineros, cuya esperanza de vida no pasaba los 35 años. También recorrió Muinak, pueblo de pescadores en el despoblado mar de Aral. Relató crudamente el sistema carcelario de Kolymá, en Siberia. La URSS estuvo compuesta por decenas de pueblos distintos: armenios, ucranianos, abjasios, georgianos, entre otros. Y Kapuściński nos hace ver que existió la intención de una “rusificación” y que la desintegración, que se veía venir, era vivida de maneras diversas por cada uno de estos pueblos.
También recibimos pinceladas sobre la naturaleza del sistema político soviético. La época stalinista se caracterizó por dos rasgos: I) las purgas de dirigentes no alineados con Stalin, y II) la obsesividad por no delegar la toma de decisiones; por el control absoluto, desde arriba, de cualquier proceso económico, político o social: "El sistema consistía precisamente en esto: en el psicopatológico dominio sobre todo en absoluto, hasta sobre el detalle más insignificante, en un obsesivo deseo de tenerlo todo bajo control" afirma Kapuściński.
Sin embargo, el autor parece olvidarse que, tanto la vida pauperrima, como el despotismo de las élites, no era alguno nuevo en las tierras del norte de Eurasia. La revolución de octubre fue una lucha por la emancipación de los de abajo que, lamentablemente, perdieron en pos de una nueva élite que retorció lo que significaba "soviet". Parece, por momentos, hasta molestarle la secularización del espacio público: "Dichos centros, llamados museos del ateísmo, se convirtieron en sedes de exposiciones permanentes que explicaban que la religión era el opio del pueblo. Inscripciones y dibujos ad hoc decían que Adán y Eva no eran sino personajes de cuentos de hadas, que los curas quemaban en piras a las mujeres".
Exceptuando estas dos salvedades, estamos ante un librazo.