Lo que no se puede contar, pero bien contado.
5 estrellas
Qué os cuento yo ahora de este libro que me ha dejado aniquilado y emergiendo al mismo tiempo, seco como mojama en flor, por poner alguna pavada que se le aproxime. El tocho en cuestión es de esas obras que te va a pedir que te quedes, que aguantes, que respires hondo. Sus párrafos están llenos de violencia que llega a ser hasta complicada de tolerar; nada de esa explícita y espectacularizada, que también, a la que ya estamos acostumbradas gracias (no) a los pericos de Jólibu. Contra este dolor no hay vacuna ni antídoto, hay que estar dispuesto a experimentarlo. Esta es una historia sobre cicatrices en todo el cuerpo y en todo el ser, imborrables, destructivas, pero también fértiles y dadoras de otros caminos posibles. Porque creo que de eso trata la novela, de gente doliente, de tres seres aislados que al encontrarse se reflejan los unos en …
Qué os cuento yo ahora de este libro que me ha dejado aniquilado y emergiendo al mismo tiempo, seco como mojama en flor, por poner alguna pavada que se le aproxime. El tocho en cuestión es de esas obras que te va a pedir que te quedes, que aguantes, que respires hondo. Sus párrafos están llenos de violencia que llega a ser hasta complicada de tolerar; nada de esa explícita y espectacularizada, que también, a la que ya estamos acostumbradas gracias (no) a los pericos de Jólibu. Contra este dolor no hay vacuna ni antídoto, hay que estar dispuesto a experimentarlo. Esta es una historia sobre cicatrices en todo el cuerpo y en todo el ser, imborrables, destructivas, pero también fértiles y dadoras de otros caminos posibles. Porque creo que de eso trata la novela, de gente doliente, de tres seres aislados que al encontrarse se reflejan los unos en los otros, se enmarañan, se utilizan y se hacen daño porque del daño vienen; de maltratos, abandonos, desestructuración familiar y adicciones, menuda herencia arrastran los gachones. Pero también trata de viajes espirituales y psicológicos, de aventuras despaciosas por el territorio neozelandés, de la belleza, de la contemplación, de redención, de la humanidad fuera de la civilización, de gente rota que intenta comenzar de nuevo. Atentos lectogrumetes al estilo, a mí me ha parecido un primor y una valentía, pero entiendo que pueda resultar algo complicado de acoplar con lo que hoy se lleva, ese decir directo y sin muchos rodeos al que nos acostumbran y que vale, está muy bien, pero para bajar a ciertos abismos es claramente insuficiente. Aquí el lenguaje se parte, el punto de vista del narrador es cambiante, está lleno de apartes, de digresiones, de atajos y retahílas divagantes. Pero qué belleza, cómo se va adaptando la narración a lo que se quiere contar, cómo se usa el retorcimiento del decir para generar un acceso al mundo íntimo de los personajes, un mundo al que sentimos que no podríamos haber llegado desde una narración más estandarizada. El último tramo, como avío extra, trae viajes lisérgico-chamánicos; tres, uno por prota, cada uno desde un punto concreto de su ruina. Viajes altamente sensoriales, emocionales y emocionantes, con la muerte presente tocando la guitarra, con la amenaza pendiendo de un hilo, prometiendo a cada revuelta de la calle la aniquilación. No me meto en la variedad temática que a veces se opaca ante la potencia expresiva que atornilla la autora en las vidas de los tres actores principales, pero también hay cabos sueltos, pequeños cebos o riachuelos narrativos, en los que se nos habla de religión, de vida comunitaria, de sociedad quebrada, de formas de amor… Mucho, mucho contenido en envoltorio con saborcillo estrafalario, casi weird, con la guinda de que se usa en muchas ocasiones el habla maorí en crudo, como parte de esa gozosa mezcolanza expresiva que es esta historia (tranquis, hay apéndice de traducción). No quiero alargaros mucho la loa, mi intención es solo transmitir que este libro tiene ese algo especial que hace a algunas obras depositarias de verdades que redimen, es un repositorio de vida a la vez que una caja de Pandora Premium con extra de amenaza. Literatura capaz de desvelar la amplitud de la vida, de sacarnos del aquí tan estructuradito y sacudirnos costumbre, conducta y sentidos. Preparad el valor para versentir el desgarro de eso que también somos los humanos.