The Goblin Emperor

Despiertas y plaf te toca encabezar un imperio, tú el cuarto hijo, el relegado, cuasi-exiliado. Nadie esperaba que te tocaría, cualquiera de los otros iba antes, pero así es cuando se mueren todos en un accidente.

Por lo tanto todo es duda y sorpresa, pero cual diplomático japonés te toca ocultar todo estado emocional, ser ilegible conviene a los intereses del imperio. No ayuda que tienes orejas, pues eres un goblin, una raza más oscura de elfo.

En esto ayuda tu inocencia: el imperio no te interesa más que como estructura de poder para ayudar a tu gente. Pronto se nota que no eres como el previo emperador, como los previos: tienes otra sensibilidad, te interesas por todos.

Es que tu guardián hasta ayer era tu primo que te odiaba y maltrataba. Por eso tu capacidad refinada de sentir el dolor ajeno. Por eso serás otro tipo de emperador, nomás tienes que creertela.

En este punto la novela nos ha impulsado a reflexiones interesantes, acerca de El Poder, de los vínculos entre monoteiso y monarquía, de la vida interior y cómo se gobierna como se es.

¡Y apenas va construyendo el mundo! De ahí vienen como tres diferentes puntos de inflexión, cada uno complica la trama, arrecia la crisis, acelera la narrativa. Todo aderezado con dos o tres sub-tramas que construyen al personaje central y a sus cuates y a sus adversarios.

Ahora que trato de reconstruirlos en mi mente me doy cuenta de que cada arco narrativo va trenzado con los demás, justo como se peinaría una elfa cantante de ópera.

En suma: recomendable fantasía para lectores receptivos.

I’ve put off reading Addison’s Goblin Emperor a long time; I had heard it was lovely, but also disjointed and inconclusive. It’s taken the book’s inclusion in a list of Becky Chamberesque “novels where people are nice to each other” for me to finally take the plunge, and the only thing I regret is I didn’t do so much earlier.

I can see how people have a hard time adjusting to this novel: the intricate, Elven steampunk world it builds and the high stakes court setting seem to promise things the novel never tries to hold itself to. Instead, we are treated to the story of a young man who, motherless at an early age, despised by his cold and all powerful father who banished him to the shticks at the hands of a violently abusive tutor, finds himself on the throne. Faced with the barely hidden contempt of the court, ridiculed for his mixed ethnic origin, alienated from simple social contact by his exalted position, the new emperor slowly, quietly turns things around by repaying contempt with empathy, hate with forgiveness, coldness with kindness.

If you do not like your Fantasy to suggest people might not be unconditional products of the world they live in; if you prefer characters to have no moral autonomy; if, simply put, the idea that people, even the most powerful ones, might aspire to do better, is one you disagree with, stay away from the Goblin Emperor. I, for one, know that, of the things I heard about the novel, only “lovely” is true, and that is selling it short.