Murciélaga

No hay verdadera poesía que escape de la vida. Por eso, los poemas que nos acompañan largo rato, como los de Clemente Guerrero, revelan que, en sus pequeños instantes, la vida es, sin adjetivos. Sus versos, centrados en el día a día, nos recuerdan por qué queremos seguir aquí. Hay algo de amoroso en ellos. Hay algo también de subversivo, porque, citando su lectura sobre Bonifaz Nuño, "demuestra que se puede crear desde aquello [...] con lo que no suele construirse". Murciélaga es un libro hecho desde la belleza. Es una poesía que se ensucia las manos para picar verdura y se las limpia para tocar cicatrices, que anda por las calles lo mismo que por las habitaciones de la infancia y abraza todas las palabras como se abrazaría, lleno de ternura, a una hija. La lengua viva, mezclada con la intuición y la sabiduría poética, es el cimiento y los castillos y las trabes de estas páginas. El primer libro de Clemente Guerrero es un balcón que nos permite recoger con nuestras manos eso que está colgando de las ramas de la vida. Fabián Espejel

Manual de novísima urbanidad, tratado de las emociones de su generación, este libro no sólo es el notable debut de Clemente Guerrero, sino la puerta de entrada a un jardín pocas veces abierto al público de la poesía mexicana. Un espacio donde la realidad adquiere la forma de sí misma, donde el orden sutil de la naturaleza convive solidariamente con el caos festivo de la urbe. Un jardín, pues, transformado en selva de bolsillo. "Oraciones para formar un hogar y medir el agua tibia" en medio del desplazamiento y la sed generales. Entremos a la cueva de estas páginas, guiados por el sonar (el deslumbrante oído entre tinieblas) de Clemente Guerrero, murciélago del mediodía. Hernán Bravo Varela